No es «qué hago», sino «que hago». De Ignatius a Nietzsche.

No es «qué hago», sino «que hago». De Ignatius a Nietzsche.

“No es qué haces, sino que haces” es una frase que Ignatius Farray utiliza en el programa 84 de la sexta temporada de La Vida Moderna para dar pie a una de sus proclamas filosóficas habituales (técnicamente lo dijo primero en La Resistencia cuando apuñaló el sofá). Por resumirlo, se refiere a darle importancia al simple hecho de hacer y no a la acción en sí, para perder el miedo por bloqueo ante la infinidad de opciones. Bajo esta premisa, construye el siguiente esquema:

  • No es qué haces, sino que haces.
  • No es se me ocurre algo y lo hago, sino hago algo y se me ocurre por qué.
  • Una vez sabes qué estás haciendo, leña al mono.

Y aunque no vayan exactamente por aquí los tiros, la frase primera y que ocasiona el desarrollo posterior me recuerda a algunas de las ideas propuestas por Byung-Chul Han en su libro La sociedad del cansancio (gracias a Jon Karras que me lo recomendó en alguno de los episodios de Fracaso Indiferente). En él habla de cómo en la sociedad actual, completamente absorbida por la necesidad de productividad en cada segundo del día, la búsqueda continua del yo propio genera un cansancio individual que nos separa de lo colectivo. Byung-Chul lo llama exceso de positividad (por falta de negatividad). En su discurso, la positividad (potencia positiva) es el impulso constante a la acción de todo lo que la vida moderna demanda: trabajo, productividad, optimización, rendimiento… un continuo sí. La negatividad (potencia negativa), en cambio, no es el no continuo, sino la capacidad de decir no; representa, por tanto, un acto de libertad y resistencia frente a la presión de la sociedad del rendimiento. Una libertad prácticamente repudiada por dicha sociedad.

Probablemente sin quererlo, o más bien sin buscarlo, la tríada que propone aquí Ignatius es muy similar a la que propone Nietzsche en Crepúsculo de los ídolos más de un siglo antes: “Hay que aprender a mirar, hay que aprender a pensar y hay que aprender a hablar y a escribir”. La similitud se aprecia incluso mejor con la explicación que da el propio Hal:

Aprender a mirar significa «hacer que el ojo se acostumbre a la calma, a la paciencia de esperar hasta que las cosas le lleguen», es decir, capacitar al ojo para una atención intensa y contemplativa, para una mirada prolongada y reposada. Hay que aprender «a no reaccionar enseguida a cualquier estímulo, sino a manejar los instintos de inhibición y de moldeamiento». La brutalidad y la ordinariez estribarían en la «incapacidad de oponer resistencia a un estímulo», en la ineptitud para responder al estímulo con una negativa. […] No consiste en acatar pasivamente ni en decir que sí a todo lo que nos sobreviene y acontece, sino en saber oponer resistencia a la agobiante avalancha de estímulos.

-Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio, p.49-50.

Mirar, pensar y hablar y escribir. Hacer, pensar por qué, y leña al mono. Suscribirte gratis, meter el mail y leer:

Y eso es, precisamente, este post. Y este blog. De hecho, he empezado este post para explicar que la idea principal de empezar este blog es intentar dejar mucho del tiempo que dedico a redes sociales a un lado para dedicarlo a leer y escribir y, con suerte, aprovechar el contenido generado para subir vídeos a Youtube. Pero, sin siquiera darme cuenta, he aplicado el mencionado esquema triádico y he acabado hablando de Nietzsche. Por cierto, ¿sois capaces de escribir Nietzsche sin mirar cómo se escribe?

Volviendo al tema de dar importancia a una visión global (que haces) y no microscópica (qué haces), me he dado cuenta de que es precisamente esta visión, que de manera inconsciente llevo aplicando unos años, la que me ha llevado a tener varias fuentes de ingresos y cierta estabilidad económica a día de hoy. Por el contrario, las dos décadas dedicadas al qué haces más especializado, minucioso y profesional, no me trajeron nada similar a esto. Buenos momentos y múltiples historias que contar, sí, pero de momento no he conseguido pagar el alquiler contando cuentos.

Y de esa misma manera surgió este proyecto también. Primero compré el dominio, hace ya unos años; después hice cosas y empecé a pensar por qué, hasta encontrar el porqué; y ahora le doy leña al mono.

Esto es, además, un buen ejemplo del derecho a contradecirnos que tenemos que defender siempre: lucho contra la atención constante que consumen las redes sociales y huyo de la necesidad de productividad creando un espacio que necesita de mi atención y de mi productividad para ser. Luchar contra la productividad con productividad, y contra la atención con atención.

Se podría decir que es, más bien, un traspaso de poderes; un traspaso ciertamente egoísta y narcisista, pues el fin máximo es sentirme mejor cuando el día acabe, y así poco a poco hasta que no haya más. Joder, vaya puto flipao. Y decidme si no es de flipao máximo haber escrito todo esto escuchando Tristán e Isolda.

En fin, que yo lo que quería decir con todo esto es que este blog va a ser como una revista de los 90: lo abres con ilusión buscando algo que en el fondo sabes que no habrá pero esperando que algún día llegue, y así hasta que el vínculo sea tal que sea ese el motivo por el que lo abres y no el contenido en sí. ¿Ves? Ya me he vuelto a flipar. Pues eso, que si has llegado hasta aquí, creo que no está de más que te suscribas, y si eres nuevo, puedes darte una vuelta por mi canal de YouTube.

Yo seguiré intentando fracasar cada día un poquito mejor.